El baile de las margaritas

la[danza]
El baile {de las margaritas}
Una escri[a]tura de Ricard Ramon

Vivir es un castigo lo suficientemente deleitoso como para dedicarle todo el tiempo posible, vivir, respirar, soñar, a fin de cuentas, creer que vives amparándote en la única razón de que alguien te escucha cuando hablas, ríe si dices algo gracioso, llora imaginando las penas que te afligen y comparte tu dolor. Ya sé, son más de una razón, pero a fin de cuentas, qué más da.

Vivir, soñar, todo muy calderoniano, tal vez demasiado anacrónico y olvidado, pero yo ya no dudo de que hay muertos en vida, vidas soñadas, soñadores y vidas vividas más intensamente que la propia, a pesar de que no existen, por lo que son inmortales y no temen a Dios. Son vidas superiores a las nuestras; ellas se quedan, persisten en su ciclo de eterno retorno, mientras nosotros desaparecemos y vemos por fin disipar nuestra eterna duda existencial.

De vidas voy a hablarles, de la mía propia y de la de aquellos que han participado intensamente en ella, con el sincero y legítimo anhelo de alcanzar un poco más de vida, que permanece atada a este relato, y con la necesidad existencial de quien realiza un ejercicio de catarsis personal. Soy egoísta, escribo por mí y para mí; no obstante, si alguien desea entrar en mi desestructurada conversación personal, sea bienvenido.

Me atrevo a escribir de mi mismidad más profunda, de mis pensamientos y vivencias que puede que no le importen a nadie, pero si decides finalmente seguir leyendo e inmiscuirte en este relato, adelante; a fin de cuentas, esto siempre quedará entre tú y yo, y... frente a una desavenencia en el camino narrativo, siempre puedes darme una muerte silenciosa ejerciendo la sádica, pero saludable costumbre de cerrar el libro a medias o abandonar el relato para siempre.

De mi infancia no les hablaré demasiado, al menos de buenas a primeras; es bastante aburrida y automutilante. ¿Les hablo del amor entonces?, ¿del sexo?, ¿de la comida, de la que nunca se habla en las autobiografías? La verdad es que no lo sé; esto tampoco es ni por asomo una autobiografía, y yo no soy más que un personaje literario, así que igual les hablo de comida. Lo mejor será que recuerde, piense y escriba sin más.

Yo estuve enamorado una vez, quizá dos, aunque es difícil distinguir el amor de la pasión, la obsesión, el capricho o el puro egoísmo, pero al menos creo que estuve enamorado, una o dos veces, como ya he dicho. Se llamaba Laura, la primera. Bueno, en realidad no se llamaba Laura, pero como ese es el nombre que yo hubiese deseado para ella, la llamaré Laura; me encanta ese nombre.