Inicio de la vida... o la muerte...

Vivir es un castigo lo suficientemente deleitoso como para dedicarle todo el tiempo posible, vivir, respirar, soñar, a fin de cuentas, creer que vives amparándote en la única razón de que alguien te escucha cuando hablas, ríe si dices algo gracioso, llora imaginando las penas que te afligen y comparte tu dolor. Ya sé, son más de una razón, pero a fin de cuentas, qué más da.
Vivir, soñar, todo muy calderoniano, tal vez demasiado anacrónico y olvidado, pero yo ya no dudo de que hay muertos en vida, vidas soñadas, soñadores y vidas vividas más intensamente que la propia, a pesar de que no existen, por lo que son inmortales y no temen a Dios. Son vidas superiores a las nuestras; ellas se quedan, persisten en su ciclo de eterno retorno, mientras nosotros desaparecemos y vemos por fin disipar nuestra eterna duda existencial.
De vidas voy a hablarles, de la mía propia y de la de aquellos que han participado intensamente en ella, con el sincero y legítimo anhelo de alcanzar un poco más de vida, que permanece atada a este relato, y con la necesidad existencial de quien realiza un ejercicio de catarsis personal. Soy egoísta, escribo por mí y para mí; no obstante, si alguien desea entrar en mi desestructurada conversación personal, sea bienvenido.
Me atrevo a escribir de mi mismidad más profunda, de mis pensamientos y vivencias que puede que no le importen a nadie, pero si decides finalmente seguir leyendo e inmiscuirte en este relato, adelante; a fin de cuentas, esto siempre quedará entre tú y yo, y... frente a una desavenencia en el camino narrativo, siempre puedes darme una muerte silenciosa ejerciendo la sádica, pero saludable costumbre de cerrar el libro a medias o abandonar el relato para siempre.
De mi infancia no les hablaré demasiado, al menos de buenas a primeras; es bastante aburrida y automutilante. ¿Les hablo del amor entonces?, ¿del sexo?, ¿de la comida, de la que nunca se habla en las autobiografías? La verdad es que no lo sé; esto tampoco es ni por asomo una autobiografía, y yo no soy más que un personaje literario, así que igual les hablo de comida. Lo mejor será que recuerde, piense y escriba sin más.